Sverker Johansson,
lingüista“Un colapso civilizatorio multiplicaría las lenguas”
Tengo 59 años. Soy sueco. Soy doctor en Física y lingüista. Estoy casado por segunda vez, y tengo cuatro hijos (entre 31 y 5 años). ¿ Política? Más libertad individual que Estado. ¿ Religión? No. He creado lenguaje software hasta generar diez millones de artículos en Wikipedia
El bilingüismo es lo natural
Le pregunto a Sverker qué significa su nombre: “Es un viejo nombre escandinavo, usual en dinastías suecas del siglo XIII, y significa lanza negra ”, me cuenta. Le entrevisto bajo la fascinación de la lectura de su libro En busca del origen del lenguaje (Ariel), con sugestivo subtítulo: “Dónde, cuándo y por qué el ser humano empezó a hablar”. El lenguaje articulado nos define como especie. Seguirá en nosotros, mutando. Sverker afirma que pronto podremos hablar con cualquier persona, cada uno en su idioma, mediante rápidos traductores simultáneos. Acerca del bilingüismo, opina que es común durante la mayor parte de la historia humana. Lo ejemplifica con Nueva Guinea, dónde hay más de mil lenguas, una por pueblo, y cada individuo habla un par de ellas. Lo más natural del mundo.
Somos la única especie que habla.
La única que se intercomunica con habla articulada.
¿Y desde cuándo?
Desde hace 500.000 años, seguro. Y no antes de dos millones de años.
¿Dónde fue el milagro?
En algún lugar de África.
¿Qué tipo de habla?
Un protolenguaje mixto.
¿Mixto?
Gestos, voces, pantomimas con manos, cuerpo y cara. El lenguaje que usó el Homo erectus, ancestro nuestro: evolucionó en neandertales, denisovanos y sápiens.
Nosotros, que salimos de África.
Con lenguajes modernos. También hablaban los neandertales. Se extinguieron por ser menos prolíficos que nosotros.
¿Labrar hachas de piedra y hablar va junto? Eso he leído.
El cerebro que ordena sucesiones de golpes para labrar la piedra en hacha es válido para ordenar palabras en frases.
¿Por qué le interesan estas cuestiones?
Mi padre me animaba a hacer preguntas en vez de decirme “calla, niño”.
¿Qué preguntas?
Me llevó al zoo. “¿Por qué se cuelgan del rabo?”, pregunté ante los monos. “¿Por qué comen fruta?, ¿por qué son monos?”.
Niño curioso, sí.
“¡Hola, mono!”, le dije a un mono. Y cómo el mono no me contestó, repregunté a mi padre: “¿Por qué no habla?”.
Buena preguntita.
Si nosotros somos animales como ellos, ¿por qué hablamos y ellos no?
Y aquí estamos.
Entre dos grandes hipótesis, la chomskiana y la darwiniana.
¿Que sostiene Noam Chomsky?
Llama Prometeo a un individuo en el que la mutación de un gen propició el habla, del que descendemos: nacemos con innata capacidad gramatical, es estructural.
¿Le convence esto?
Prefiero la hipótesis darwiniana: una sucesión de pequeñas variaciones genéticas propiciaron habilidades lingüísticas.
¿Existe un gen lingüístico?
Una red de genes, unos activan la expresión de otros. Por eso hay personas con más habilidad lingüísticas que otras.
En España nos falta el gen del inglés.
¡Ja, ja!, no, no: todo niño expuesto a uno o varios idiomas los aprende.
¿Aunque sean cuatro idiomas?
Sí. Es una capacidad neurológica humana, derivada de un fenómeno evolutivo.
¿Cuál?
Nuestros ancestros convivían entre lenguas diversas desde que nacían y eso modeló nuestro cerebro poliglósico.
¿Qué hablaban los primeros sápiens salidos de África?
No se sabe. Lenguas modernas que evolucionaron.
¿Cuál fue la primera palabra?
No se sabe. Quizá “ma-ma”.
¿El lenguaje articulado es un monólogo o es un diálogo?
Nace de la necesidad y deseo de cooperar.
¿Y se transmite como un virus, no?
El bebé ya escucha desde el útero, es experto en contagiarse rápidamente por el lenguaje. Y el lenguaje, a su vez, se esmera en infectar cada vez mejor. Para el bebé es muy ventajoso poder hablar.
¿El mito de la torre de Babel responde a alguna realidad?
Ilustra la multiplicidad de las lenguas.
Cada una con sus singularidades.
Más sencillas a más hablantes, y más complejas en las comunidades aisladas.
¿De dónde provienen las lenguas actuales de Europa?
Del tronco indoeuropeo, la mayoría. No el euskera, ni el finlandés y el estonio, que son vestigios de árboles anteriores, previos.
La lengua, ¿es razón o emoción?
El apego a la madre alienta el instinto de escucharla, hay emocionalidad. Y, a la vez, el cerebro analiza, desglosa y organiza, hay racionalidad.
¿Qué ganamos hablando?
Ventaja grupal.
Y capacidad de mentir.
El caso es que la evolución ha premiado la cooperación, aquí estamos.
Con el lenguaje declaramos el amor... ¡y la guerra!
Hasta para guerrear necesitamos cooperar, desde luego.
Dentro de mil años, ¿hablaremos?
Sí, casi seguro, y posiblemente con conexiones más orgánicas con dispositivos.
¿Habrá varias lenguas, o una sola?
La globalización lleva a la uniformidad.
Perderemos riqueza lingüística, pues.
Sí, a menos que un colapso civilizatorio nos devolviera a la edad de piedra, a grupitos cavernarios: solo así se reactivaría la multiplicidad de las lenguas.
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