‘Fremen’ y ‘dothraki’ para principiantes: las lenguas artificiales invaden el cine y la televisión [El País 10/9/2021]
EL PAIS
El uso de idiomas imaginarios aumenta en películas, series y videojuegos, como demuestran la nueva adaptación de ‘Dune’ o la saga ‘Juego de tronos’, que apuestan por códigos avalados por lingüistas y profesores universitarios
Estudios recientes sobre la diversidad cultural en el planeta advierten de que, cada dos semanas, desaparece una lengua. A la vez, en ese intervalo de tiempo parece surgir una nueva en el cine y la televisión. Desde hace una década, los idiomas imaginarios aparecen por generación espontánea en la ficción audiovisual, ligados a géneros como la ciencia-ficción y el cine fantástico. Las películas, las series y los videojuegos recurren a ellos para ambientar sus realidades alternativas y dotarlas de una mayor credibilidad. Así sucede en la nueva adaptación de Dune que ha dirigido Denis Villeneuve, donde el uso del inglés se alterna con idiomas inventados que ya figuraban en la novela original de Frank Herbert, que se inspiró en el árabe, el serbocroata y la lengua romaní para crear los curiosos idiolectos de su libro.
Detrás de Dune se encuentra un lingüista estadounidense, David J. Peterson, que se encargó de idear la lengua de los fremen, el pueblo del desierto al que pertenecen los personajes de Javier Bardem y Zendaya. También inventó el código secreto que usan Rebecca Ferguson y Timothée Chalamet, madre e hijo en la película, para comunicarse entre ellos, y el cántico militar que entonan los Sardaukar, los soldados del ejército de élite que protege al emperador. “Usar lenguas construidas da autenticidad a la creación de mundos de ficción. Hacen que suenen como lugares que nadie ha visitado nunca y contribuyen a que el universo de la película parezca más real”, afirma Peterson desde Los Ángeles.
Cuando recibió la llamada de Villeneuve, el lingüista ya era todo un especialista en la cuestión, tras haber creado el dothraki y el alto valyrio para la saga Juego de tronos. Ambos ya aparecían en los libros de George R. R. Martin que inspiraron la serie, aunque el autor solo incluyó en ellos una treintena de palabras sueltas. La misión de Peterson consistió en crear una fonología, una gramática, una sintaxis y un léxico. “Siempre trabajo en ese orden”, precisa el fundador de la Language Creation Society, organización dedicada a la promoción de las lenguas construidas o conlangs, como se las denomina en inglés. La repercusión de Juego de tronos hizo que se publicaran manuales de dothraki y se creasen cursos para aprender el idioma en la plataforma Duolingo, como antes había sucedido con el klingon, la gutural lengua de la raza del mismo nombre en Star Trek. Desde su estreno en 1983, dio lugar a un verdadero culto de sus fans y originó una subcultura que abarca desde traducciones de clásicos como Hamlet hasta versiones en klingon de los grandes éxitos de Eminem.
Para Peterson, el uso intensivo de estas lenguas en los últimos años se debe al éxito monumental de El señor de los anillos, cuya primera entrega arrancaba con un monólogo pronunciado en inglés y en lengua élfica: I amar prestar aen, han mathon ne nen (“el mundo ha cambiado, lo puedo sentir en el agua”). “La adaptación de Peter Jackson usó de forma prominente los idiomas inventados por Tolkien —como el quenya, inspirado en el finés, o el sindarin, basado en la sonoridad del gaélico— y logró publicitar las lenguas inventadas como nadie había hecho antes. Cuando el público se familiarizó con ellas, se convirtieron en algo que uno espera ver en cualquier producción de alto presupuesto”, opina Peterson. Desde su estreno en 2001, otros se sumaron a la causa: del parseltongue de Harry Potter a las lenguas inventadas para series como The 100, pasando por películas ajenas a la ciencia-ficción, como la lengua krakozhia de La terminal, de Steven Spielberg, o el ku africano de La intérprete, de Sidney Pollack, hasta llegar a videojuegos como Myst, Far Cry Primal o la última entrega de Assassin’s Creed.
Pese a todo, el caso más deslumbrante podría ser el de Avatar. James Cameron construyó un mundo alternativo con la precisión de un maniaco: cada una de las variedades vegetales de la biosfera de Pandora contaba con un nombre científico en latín y con una descripción de sus usos por parte de los lugareños, incluso si la planta se veía durante una fracción de segundo en pantalla. En materia lingüística, el director tampoco escatimó en detalles. Contrató a un profesor de la Universidad del Sur de California, Paul Frommer, para que desarrollase la lengua na’vi, dotada de un alfabeto propio, y en la que abundan las fricativas en kx, px y tx. “Desde que apareció el klingon en los ochenta, los cineastas y productores se dieron cuenta de que los galimatías lingüísticos ya no funcionaban. El espectador esperaba oír idiomas plenamente desarrollados, con estructuras lingüísticamente plausibles que resistieran a un escrutinio”, afirma Frommer en un correo electrónico. Su presencia en la ficción se ha visto amplificada por el giro digital de las últimas décadas. “Internet no solo difunde información y facilita el debate, también crea comunidades y une a personas con gustos parecidos. Alrededor de estas lenguas, se ha producido una combinación poderosa entre el desafío intelectual que supone aprenderlas y la creación de grupos de individuos con intereses afines”, responde Frommer.
El lingüista francés Christophe Grandsire, actual presidente de la Language Creation Society e ideólogo de lenguas inventadas como el astou, el azak, el réman o el notya, considera que los grandes estudios se han limitado a responder a la demanda de los seguidores de ciertos géneros. “En la ciencia-ficción y la fantasía, los fans quieren conectar con el material de una manera más activa y no solo limitarse a consumirlo: se visten de sus personajes favoritos [el llamado cosplay], escriben relatos sobre los personajes [fanfic] y, en algunos casos, también quieren aprender a hablar esas lenguas”, sostiene sobre idiomas que ya podrían contar con una repercusión mayor que el esperanto y otros inventos lingüísticos del pasado. “En número de hablantes, no es así, porque las estimaciones más bajas dicen que 200.000 personas siguen hablando esperanto en el mundo. Pero estas lenguas se benefician de su exposición a través de películas y series de éxito, algo con lo que el esperanto nunca contó”, opina Grandsire. No son un proyecto de lengua auxiliar, sino solo recreativa.
Para la estadounidense Arika Okrent, autora del ensayo In the Land of Invented Languages, estas lenguas se han convertido en estructuras cada vez más sofisticadas. “Ya no son una simple lista de palabras, porque el léxico es solo parte de una lengua, y no necesariamente la más interesante”, dice la autora, que en su libro recorre la historia de más de 900 idiomas artificiales de los últimos siglos, de la lingua ignota de Hildegarda de Bingen, la monja del siglo XII que se inventó un alfabeto para transcribir sus alucinaciones místicas, al láadan que ideó la escritora Suzette Haden Elgin para poder describir con mayor detalle la experiencia femenina de la menstruación o el embarazo en su novela Lengua materna (por ejemplo, widazhad significa “salir de cuentas y tener unas ganas locas de dar a luz”). Tampoco se olvidó de otros más conocidos, como la neolengua de George Orwell o la jerga callejera de La naranja mecánica, cuyo autor, Anthony Burgess, también inventó las lenguas prehistóricas de la película En busca del fuego. Para escribir su libro, Okrent pasó meses deambulando por las convenciones de klingon e incluso se sacó el título de hablante. ¿Para qué aprender un idioma que no tiene utilidad práctica? “Eso es como preguntarle a un jardinero por qué cultiva rosas y no patatas. Los humanos invertimos mucho tiempo haciendo cosas que no son prácticas. Las personas también pueden obtener una sensación de logro y placer estético a través del aprendizaje de una lengua”. Incluso si esta pertenece solo a un mundo imaginario.
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada